Por una nueva política

En torno a las elecciones en este Siglo 21 están surgiendo muchos interrogantes. Ya sea por los comicios en EU, en donde ganó Trump y no acaba de convencer el hecho de que Hilary, con más votos, perdió; y por las dificultades en varios países europeos que después de las elecciones no pueden lograr constituir su Gobierno, un ejemplo de ello es España. En nuestro País todavía campean las sorpresas de los resultados electorales en varios estados el año pasado (2016), los que ganaron no eran punteros en las encuestas.

Aquí en nuestro estado el debate postelectoral sigue en las mesas de café y en las distintas reuniones entre amigos, compañeros de trabajo y en las familiares. Un lector me decía que Miguel Ángel Riquelme sólo había obtenido el 39 por ciento de los votos y de ese resultado concluía que era rechazado por el 61 por ciento de los electores. Pero ese análisis es muy simple. Porque con base en esa lógica, Memo Anaya fue rechazado por el 63 por ciento, Guadiana Tijerina por el 87 por ciento y Javier Guerrero por el 91 por ciento. Lo que es falso. Tal vez esa lógica surge luego de que se presentaron juntos Anaya, Guadiana, Guerrero y Pérez, en protesta al resultado electoral que no les favoreció, y al sumar los porcentajes que cada uno obtuvo, la suma aritmética se toma como si fuera una fuerza de rechazo.

Sin embargo, las preferencias del 37 por ciento hacia el PAN, del 13 por ciento a Guadiana (o a Morena como varios así lo interpretan) o del 9 por ciento a la opción independentista representada por Javier Guerrero, son eso, preferencias hacia una determinada corriente partidista. Así es la sociedad actual: plural. Y eso hay que respetarlo y reconocerlo.

Esta pluralidad es parte de la normalidad democrática del País y así se manifiesta también en las entidades federativas. En una democracia como la nuestra, desde 1997, los electores han venido votando por Gobiernos divididos en lo Federal, este fenómeno también se está exteriorizando en mayor medida en cada elección en los estados. A Coahuila ya le tocó su turno. Riquelme ganó la elección, pero no tendrá un Congreso mayoritario. Así lo quisieron los electores, esa fue su decisión y ello más que un rechazo, es una exigencia a construir formas de gobernabilidad incluyentes y de consenso. Estos son los retos de la democracia actual, gobernar construyendo acuerdos entre las diferentes fuerzas y las expresiones políticas en el estado. También los electores decidieron cuáles partidos no deben participar en el Congreso Local. Estos fenómenos pueden ser los visos de una democracia horizontal, participativa, orientada al consenso y más transparente. ¿Será éste el mensaje de los electores?

Sin embargo, hoy más gente se interesa en la política, esto se percibe así porque ahora, más que antes, se habla de política con los amigos, las familias y los compañeros de trabajo. No obstante, crece más la desconfianza por la política y los políticos. Esto tal vez se debe a que la democracia no ha resuelto el equilibrio que debe haber entre la legitimidad y la capacidad de los gobernantes para hallar soluciones prontas y satisfactorias a los problemas que les plantean los ciudadanos. La legitimidad es un asunto de aceptación pública, que se deteriora cuando el gobernante no resuelve con rapidez lo que le demanda la sociedad, y cada día es más difícil lograrlo. En un mundo donde hay menos recursos la única salida es lograr que la sociedad participe, que sean tomados en cuenta en las decisiones que les atañen. Esto significa que hay que entender que gobernar ahora es mucho más difícil.

Esta cuestión de la pluralidad política conlleva al hecho de que la democracia representativa ha dejado de ser efectiva, ya que como modelo vertical, la sociedad del Siglo 21 exige un modelo horizontal. El catedrático Jan Rotmans lo plantea así: “Estamos pasando de la centralidad a la descentralización; de lo vertical a lo horizontal; de una relación que iba de arriba abajo a una relación que va de abajo arriba. Hemos dedicado más de 100 años a crear esta sociedad centralizada, orientada de arriba abajo y vertical. El modo de pensar se ha vuelto del revés. Por lo tanto es preciso que desaprendamos y volvamos a aprender. La mayor barrera está en nuestra cabeza”. ¿Los políticos entenderán que la gente demanda una nueva política, al revés de cómo ellos la conciben? Ese es el reto.

 

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