La cumbre del clima

En estos días que se está preparando la cumbre sobre el cambio climático donde se espera la firma de un nuevo acuerdo, hay muchas dudas sobre si habrá consenso en adoptar las verdaderas soluciones que reclama la gravedad del momento. El Papa Francisco en su “Laudato si” hace un llamado a “cuidar la casa”. Hay otras voces que plantean retomar la consigna abrazada en Copenhague: No cambiemos el clima ¡Cambiemos el sistema! En cierta forma es uno de los planteamientos del Papa, sobre replantear el rumbo del crecimiento que el neoliberalismo impulsa sin medir las consecuencias. Este llamado a la necesidad de que Estados Unidos de América baje el ritmo de su crecimiento –dicho de otra manera que haya menos lujo y menos despilfarro– le ha valido al Papa que algunas voces muy conservadoras lo señalen como “un peligro para el mundo”. Lo que en estos días está claro es que si no enfrentamos las verdaderas causas de la catástrofe, no podremos evitarla.

En la actualidad ya no existen dudas sobre los impactos del cambio climático y la responsabilidad humana en él, debido a nuestros hábitos de producción y consumo insostenibles. Por ello los gobiernos representados en París deben asumir la responsabilidad de cerrar un acuerdo ambicioso que ponga rumbo a un futuro donde no se emitan a la atmósfera gases de efecto invernadero, pues se acaba el tiempo para frenar el cambio climático y asegurar nuestra supervivencia y la del planeta.

Diferentes organizaciones, artistas e intelectuales enfatizan que el cambio climático afecta cada vez más severamente a todas las personas, regiones, ecosistemas y economías; incide negativamente en la salud y en la esperanza de vida de muchas poblaciones, así como en el mantenimiento de diversos sectores productivos y empleos; impacta en la destrucción acelerada de la biodiversidad, y dispara los costos económicos y sociales que muchos países se ven forzados a afrontar para paliar sus efectos. En la cumbre del Clima de París, que se llevará a cabo del 30 de noviembre al 11 de diciembre, se tratará de cerrar un acuerdo global para intentar frenar el cambio climático. Los temas que se han estado ventilando son esperanzadores.

¿Qué es el cambio climático? Los llamados gases de efecto invernadero, principalmente el dióxido de carbono (CO2), se acumulan en la atmósfera e impiden que las radiaciones infrarrojas que emite el planeta al calentarse salgan al espacio. Esto hace que la temperatura del planeta suba. Frente a esto la única opción es limitar el incremento a dos grados al año 2100 respecto a los niveles preindustriales, para evitar así grandes desastres naturales.

El tratado no impondrá metas individuales de reducción de CO2. Para intentar no repetir Kioto, con un alcance muy limitado, se ha optado por otra fórmula: que cada país voluntariamente presente compromisos de reducción de emisiones, tanto los desarrollados como los que no lo son. A unos días del inicio de la cumbre, más de 170 lo han hecho. Entre ellos figuran todas las principales potencias económicas del mundo.

Hay serias dudas si habrá acuerdos. En 2009, con la cumbre de Copenhague, se levantaron expectativas parecidas a las de París y se fracasó. En esta ocasión, al margen de que las señales del cambio climático se han acentuado, parece haber una implicación mayor de las principales potencias, del G20 en general y de China, EE UU y Alemania en particular. Los líderes de estos tres países han situado el cambio climático en su agenda durante el último año.

En caso de que no haya acuerdo, o se llegue a un pacto poco ambicioso, no significará que la lucha contra el cambio climático se pare. Muchos de los compromisos voluntarios de reducción de emisiones ya los contempla cada país en su legislación nacional. Sería el caso, por ejemplo, de la Unión Europea, que se ha fijado unas metas concretas para 2030 al margen de la cumbre. Si no hay acuerdo, quizás, la peor parada sería la ONU y la idea de que un problema global como el cambio climático puede tener una respuesta también global.

La propuesta de las organizaciones que han levantado la voz es: exigir a los líderes mundiales un acuerdo justo, ambicioso y vinculante que evite las peores consecuencias del cambio climático y acelere la transición hacia un modelo energético 100% renovable.

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